Hablar
sobre la presencia y los orígenes del hombre en la faz de la Tierra ha sido un
tema por demás fascinante, escrito y estudiado por dos líneas claramente encontradas
como ha sido la religiosa y filosófica, por un lado, y la científica y evolucionista,
por el otro, corrientes que a pesar del tiempo transcurrido, aún no han podido
resolver de manera convincente el verdadero origen del hombre y consecuentemente
de la humanidad.
Este
pequeño informe no pretende engrosar aún más las gavetas de nuestro escritorio
con nuevas teorías de lo que pudo haber sido, frente a lo que realmente fue,
apenas pretende exponer una suerte de inéditos descubrimientos y reveladoras
imágenes de un pasado muy lejano, si, pero que comienza a abrir la puerta de la
verdadera fuente del conocimiento de lo que fue, de lo que es y ciertamente de
lo que puede ser, en un futuro apenas inmediato y al alcance de nuestras
mejores aspiraciones.
Debo
decir que la Hermandad Blanca una vez más confabuló para que las circunstancias,
encuentros y experiencias derivasen en el desenlace luminoso de la apertura de
esta información, y es para finales del año pasado, 2007, que por convocatoria
del Gobierno Interior, el grupo en pleno, doce integrantes, acudió a la cita de
contacto en las milenarias ruinas de Tiwanaku, para vivir una nueva etapa del
trascendente proceso denominado por los Ancianos Maestros, Preparación
Ulterior.
Por
primera vez, las pautas nos llevaron ante la presencia del monolito
Bennett, una pieza lítica de más de 7 mts. de alto y 17 toneladas de
peso, sin duda la más imponente con que cuenta el museo Tiwanakota y que está
relacionada a profecías y creencias aymaras, respecto al retorno de Wirakocha y
el resurgimiento del conocimiento andino. Tan cerca y tan lejos a la vez, permanecía
expectante y paciente frente a nuestra propia disposición para ver, aprender y
comprender.
Nunca
antes habíamos puesto nuestra atención en el mensaje cifrado del que eran
portadores aquellas presencias líticas, verdadera remembranza de sacerdotes y
antiguos custodios del conocimiento, portadores de la llave vibratoria hacia
esta fuente de milenaria sabiduría, resguardada para este tiempo.
Bennett
comenzó a revelar aquella página del que es portador en sí mismo, era el Guardián
del Tiempo quien se había revelado ante el consciente de cada uno. La pieza
lítica no lo era más, sus imágenes trascendían la materia y cobraban dimensión
aquellos 365 círculos de su base, en alusión al año solar, a los cinco elementos
y la Arcadia, la magia del poder sentir, el poder creer y el poder hacer.
La
experiencia había trans-materializado en la pieza la dimensión simbólica del tiempo,
siendo el monolito, un custodio y guardián del mismo, una verdadera puerta
hacia el pasado velado y resguardado para ahora.
En
una sucesión de acontecimientos, a raíz de la experiencia presidida por la Hermandad
Blanca con el Guardián del Tiempo el monolito Bennet recibimos la invitación de
parte de nuestro querido amigo Fredy Arce, miembro del INAR -Instituto Nacional
de Arqueología-, para ser partícipes de los últimos avances y descubrimientos
de los que ellos son protagonistas e investigadores.
Ponemos
pues en vuestras manos lo que celosamente se depositara en confianza en las
experiencias de contacto, como asimismo recientemente por el grupo INAR,
quienes una vez más sintieron que debía ser por este medio que se difunda
aquello que abiertamente aún no llega al hombre común. Apenas si puedo dar fe
de que la experiencia vivida en Tiwanaku con el Guardián del Tiempo, el
monolito Bennett, comenzó a abrir una información capaz de cambiar los
preceptos mismos sobre lo que sabemos, o más bien creemos saber.
La
primera gran prueba es este descubrimiento arqueológico en inmediaciones del
lago Titicaca de la huella petrificada de un pie humano. La misma, según estudios
ortopédicos, correspondería a un hombre de aproximadamente 1.70 mts de altura,
de 70 a 80 kilos de peso, joven y con características propias de homo sapiens.
De
acuerdo a los análisis de prueba del carbono 14, esta huella dataría de una antigüedad
de 15,000,000 años. Para que tengamos una idea de la relevancia de esta
información, es importante que recordemos que la ciencia oficial calcula que el
homo sapiens se desarrolló hace menos de 50,000 años.
Recientemente
y de manera coincidente, en Egipto se ha encontrado una huella de pie humano
con la misma antigüedad. No nos olvidemos que en Perú, también, las piedras de Ica
hacen alusión a la convivencia del hombre con los dinosaurios, justamente en la
edad terciaria.
Este
descubrimiento, desde ya pone en tela de juicio la teoría del estrecho de Bering,
en la que grupos primitivos siberianos habrían poblado América, siendo en todo
caso, América, el semillero de desarrollo de un gran pasado y cultura aún velados
al colectivo consciente de nuestra humanidad.
A
la par de este último hallazgo, se ha dado también con el descubrimiento de escritura
y simbología muy parecida a la escritura semítica pre sumeria en ciertas piezas
de monolitos y cerámicas, ratificando una vez más a la lengua aymara y más
antigua aún, el sagrado Puquina como un idioma madre o raíz.
De
alguna manera, América habría sido no sólo cuna de una gran y muy desarrollada
cultura, sino que asimismo aquí, habrían nacido muchos de los lineamientos
propios de la cultura del hombre civilizado, tal como la conocemos hasta ahora.
Esto
nos trae a la memoria, la teoría ampliamente difundida de Jim Allen, arqueólogo
inglés, quien sostiene que la Atlántida se encuentra en la altiplanicie boliviana.
Al respecto, y a través de nuestra propia experiencia, sabemos que sí hubo una
influencia directa de la Atlántida a través de colonias iniciáticas, pero mucho
antes, más allá aún del recuerdo de la memoria de la humanidad, existió otra y
muy desarrollada civilización, con amplios conocimientos de ciencia, de arte y
espiritualidad, sabiduría que se encuentra custodiada en el Retiro Interior del
lago Titicaca, el Retiro Xolar.
Éstos,
los vestigios arqueológicos de esta pérdida civilización hacen decenas de miles,
de muchos miles de años. En plena zona amazónica de Bolivia, entre Madre de
Dios, de Perú y el Mato groso brasilero, los arqueólogos aseguran haber
descubierto parte del mítico Gran Paititi. Un lugar de llanos donde emergen
infinidad de terraplenes, lagunas artificiales y camellones e islas de
sembradíos artificiales. Estas evidencias arqueológicas se extienden en un área
de 200,000 kilómetros cuadrados, habiéndose encontrado, en ellos abundante
cerámica tiwanakota.
Sin
embargo, otra de las trascendentales pruebas descubiertas en los últimos meses
son las ruinas de ciudades que se encuentran debajo del desierto de sal más
grande del mundo, el salar de Uyuni, un lugar por demás extraordinario, sede de
Ancianos Yatiris, sabios andinos preparados en medicina holística. Desde ya, el
salar es en sí una gran zona de manifestaciones ovni, pero además, de aberraciones
magnéticas. Según la ciencia, su formación dataría desde la edad pre-histórica.
Entonces viene el cuestionamiento, desde hace cuánto que se ha desarrollado
esta aparente ciudad, claramente enterrada por las lomas de sal.
Y
por supuesto el mismo Lago Sagrado, el Titicaca donde ya es de conocimiento de
todos, de la existencia del Retiro Interior de la Hermandad Blanca, el mismo que
a diferencia de los vestigios arqueológicos de estas otras antiguas ciudades, se
encuentra habitada, irradiando y emanando una gran energía, producto de la
presencia del Disco Solar y la actividad espiritual que en él se desarrolla.
Ciertamente
la experiencia de contacto en los Andes nos ha convertido en testigos
presenciales de la existencia de esta muy antigua civilización, actuales moradores
del Retiro Interior del lago Sagrado, pero además, Ancianos Maestros miembros
del Gobierno Interior de la Hermandad Blanca, quienes desde el Gran Concilio de
Agosto del año pasado, 2007, han creado las condiciones para abrir los
conductos que nos acerquen al verdadero conocimiento y verdad, la misma que no
sólo nace del reconocer el verdadero compromiso que nos identifica, sino asimismo
reconocer el pasado milenario de la humanidad.
Un
proceso de aprendizaje que tiene que ver con los principios de vida del Nuevo Tiempo,
y el despertar del recuerdo vivo de lo que fuimos y lo que nos toca por compromiso
y heredad ser.
Hoy
sabemos que la Preparación Ulterior ya ha comenzado con la sumatoria de las
Cifras de las Cuentas, un proceso activador al interior de los grupos de contacto.
Un proceso iniciático.
A
nosotros nos ha tocado desplazarnos esta vez a Tiwanaku, para entrar en contacto
con las ruinas que guardan y custodian una puerta de conexión con los inmemorables
tiempos en que los Maestros convivían con los hombres, relación de la que ahora
apenas, podemos percibir a través de sus vigilantes silenciosos, expectantes y
pacientes, esperando la llegada de quienes venciéndose a sí mismos puedan
acceder al sacro y santísimo templo de su propio corazón, llave maestra del
portón en Wiñaymarka, la Ciudad Eterna, aquella que fue y que es hoy en día la
fiel prueba y campana de llamado al despertar de una Nueva Humanidad.