Este pequeño informe no pretende engrosar aún más las gavetas de nuestro escritorio con nuevas teorías de lo que pudo haber sido, frente a lo que realmente fue, apenas pretende exponer una suerte de inéditos descubrimientos y reveladoras imágenes de un pasado muy lejano, si, pero que comienza a abrir la puerta de la verdadera fuente del conocimiento de lo que fue, de lo que es y ciertamente de lo que puede ser, en un futuro apenas inmediato y al alcance de nuestras mejores aspiraciones.
Por primera vez, las pautas nos llevaron ante la presencia del monolito Bennett, una pieza lítica de más de 7 mts. de alto y 17 toneladas de peso, sin duda la más imponente con que cuenta el museo Tiwanakota y que está relacionada a profecías y creencias aymaras, respecto al retorno de Wirakocha y el resurgimiento del conocimiento andino. Tan cerca y tan lejos a la vez, permanecía expectante y paciente frente a nuestra propia disposición para ver, aprender y comprender.
Nunca antes habíamos puesto nuestra atención en el mensaje cifrado del que eran portadores aquellas presencias líticas, verdadera remembranza de sacerdotes y antiguos custodios del conocimiento, portadores de la llave vibratoria hacia esta fuente de milenaria sabiduría, resguardada para este tiempo.
Bennett comenzó a revelar aquella página del que es portador en sí mismo, era el Guardián del Tiempo quien se había revelado ante el consciente de cada uno. La pieza lítica no lo era más, sus imágenes trascendían la materia y cobraban dimensión aquellos 365 círculos de su base, en alusión al año solar, a los cinco elementos y la Arcadia, la magia del poder sentir, el poder creer y el poder hacer.
La experiencia había trans-materializado en la pieza la dimensión simbólica del tiempo, siendo el monolito, un custodio y guardián del mismo, una verdadera puerta hacia el pasado velado y resguardado para ahora.
En una sucesión de acontecimientos, a raíz de la experiencia presidida por la Hermandad Blanca con el Guardián del Tiempo el monolito Bennet recibimos la invitación de parte de nuestro querido amigo Fredy Arce, miembro del INAR -Instituto Nacional de Arqueología-, para ser partícipes de los últimos avances y descubrimientos de los que ellos son protagonistas e investigadores.
Ponemos pues en vuestras manos lo que celosamente se depositara en confianza en las experiencias de contacto, como asimismo recientemente por el grupo INAR, quienes una vez más sintieron que debía ser por este medio que se difunda aquello que abiertamente aún no llega al hombre común. Apenas si puedo dar fe de que la experiencia vivida en Tiwanaku con el Guardián del Tiempo, el monolito Bennett, comenzó a abrir una información capaz de cambiar los preceptos mismos sobre lo que sabemos, o más bien creemos saber.
La primera gran prueba es este descubrimiento arqueológico en inmediaciones del lago Titicaca de la huella petrificada de un pie humano. La misma, según estudios ortopédicos, correspondería a un hombre de aproximadamente 1.70 mts de altura, de 70 a 80 kilos de peso, joven y con características propias de homo sapiens.
De acuerdo a los análisis de prueba del carbono 14, esta huella dataría de una antigüedad de 15,000,000 años. Para que tengamos una idea de la relevancia de esta información, es importante que recordemos que la ciencia oficial calcula que el homo sapiens se desarrolló hace menos de 50,000 años.
Recientemente y de manera coincidente, en Egipto se ha encontrado una huella de pie humano con la misma antigüedad. No nos olvidemos que en Perú, también, las piedras de Ica hacen alusión a la convivencia del hombre con los dinosaurios, justamente en la edad terciaria.
Este descubrimiento, desde ya pone en tela de juicio la teoría del estrecho de Bering, en la que grupos primitivos siberianos habrían poblado América, siendo en todo caso, América, el semillero de desarrollo de un gran pasado y cultura aún velados al colectivo consciente de nuestra humanidad.
A la par de este último hallazgo, se ha dado también con el descubrimiento de escritura y simbología muy parecida a la escritura semítica pre sumeria en ciertas piezas de monolitos y cerámicas, ratificando una vez más a la lengua aymara y más antigua aún, el sagrado Puquina como un idioma madre o raíz.
De alguna manera, América habría sido no sólo cuna de una gran y muy desarrollada cultura, sino que asimismo aquí, habrían nacido muchos de los lineamientos propios de la cultura del hombre civilizado, tal como la conocemos hasta ahora.
Éstos, los vestigios arqueológicos de esta pérdida civilización hacen decenas de miles, de muchos miles de años. En plena zona amazónica de Bolivia, entre Madre de Dios, de Perú y el Mato groso brasilero, los arqueólogos aseguran haber descubierto parte del mítico Gran Paititi. Un lugar de llanos donde emergen infinidad de terraplenes, lagunas artificiales y camellones e islas de sembradíos artificiales. Estas evidencias arqueológicas se extienden en un área de 200,000 kilómetros cuadrados, habiéndose encontrado, en ellos abundante cerámica tiwanakota.
Sin embargo, otra de las trascendentales pruebas descubiertas en los últimos meses son las ruinas de ciudades que se encuentran debajo del desierto de sal más grande del mundo, el salar de Uyuni, un lugar por demás extraordinario, sede de Ancianos Yatiris, sabios andinos preparados en medicina holística. Desde ya, el salar es en sí una gran zona de manifestaciones ovni, pero además, de aberraciones magnéticas. Según la ciencia, su formación dataría desde la edad pre-histórica. Entonces viene el cuestionamiento, desde hace cuánto que se ha desarrollado esta aparente ciudad, claramente enterrada por las lomas de sal.
Y por supuesto el mismo Lago Sagrado, el Titicaca donde ya es de conocimiento de todos, de la existencia del Retiro Interior de la Hermandad Blanca, el mismo que a diferencia de los vestigios arqueológicos de estas otras antiguas ciudades, se encuentra habitada, irradiando y emanando una gran energía, producto de la presencia del Disco Solar y la actividad espiritual que en él se desarrolla.
Ciertamente la experiencia de contacto en los Andes nos ha convertido en testigos presenciales de la existencia de esta muy antigua civilización, actuales moradores del Retiro Interior del lago Sagrado, pero además, Ancianos Maestros miembros del Gobierno Interior de la Hermandad Blanca, quienes desde el Gran Concilio de Agosto del año pasado, 2007, han creado las condiciones para abrir los conductos que nos acerquen al verdadero conocimiento y verdad, la misma que no sólo nace del reconocer el verdadero compromiso que nos identifica, sino asimismo reconocer el pasado milenario de la humanidad.
Un proceso de aprendizaje que tiene que ver con los principios de vida del Nuevo Tiempo, y el despertar del recuerdo vivo de lo que fuimos y lo que nos toca por compromiso y heredad ser.
Hoy sabemos que la Preparación Ulterior ya ha comenzado con la sumatoria de las Cifras de las Cuentas, un proceso activador al interior de los grupos de contacto. Un proceso iniciático.
A nosotros nos ha tocado desplazarnos esta vez a Tiwanaku, para entrar en contacto con las ruinas que guardan y custodian una puerta de conexión con los inmemorables tiempos en que los Maestros convivían con los hombres, relación de la que ahora apenas, podemos percibir a través de sus vigilantes silenciosos, expectantes y pacientes, esperando la llegada de quienes venciéndose a sí mismos puedan acceder al sacro y santísimo templo de su propio corazón, llave maestra del portón en Wiñaymarka, la Ciudad Eterna, aquella que fue y que es hoy en día la fiel prueba y campana de llamado al despertar de una Nueva Humanidad.
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